Leigh Whannell es el encargado de proseguir esta saga, y lo hace escribiendo y dirigiendo el capitulo número 3.
Sinopsis:
Elise Rainier (Lin Shaye) acepta a regañadientes utilizar su capacidad de ponerse en contacto con los muertos a fin de ayudar a una adolescente (Stefanie Scott) que se ha convertido en el blanco de una peligrosa entidad sobrenatural.
Lo sé, es una sinopsis muy escasa, pero es que no da para más.
De nuevo la misma historia, pero en menor grado de interés.
Vamos al grano, ¿da miedo?, bueno, pues hay que saber que lo que da miedo es lo que no se enseña… por eso Tiburón (Jaws 1975) daba miedo, porque se les estropeó el tiburón mecánico y Spielberg tubo que recurrir a la insinuación, y no a mostrar al escualo desde el principio (esa era la idea principal)… ya veis, gracias a ese fallo Spielberg es quien es ahora mismo (y la suerte que tuvimos todos).
Quiero decir que en el primer acto la película se muestra interesante, el ente no aparece y esto nos crea inquietud, no sabemos lo peligroso que es, ni con qué nos vamos a encontrar, pero todo esto acaba al poco rato. Su director se salta de un tirón el protocolo del miedo para enseñarnos al ente que acosa a la chica. Y es una pena, porque contando con algo tan bueno como romper las piernas a la protagonista, y dejarla inmóvil durante toda la película, daba para agobiar de buena manera al espectador. Y hablando de este recurso de guión, debo destacar el atropello con el coche, es tal vez el más realista que he visto hasta la fecha en una película.
Lo dicho, el ente aparece demasiado pronto, esto consigue que perdamos el interés. De nuevo, y no sé si a modo de guiño, vuelven a introducir en el guión a dos personajes que hacen de contrapunto para comedizar una situación que para nada se muestra tensa. Hablo de Leigh Whannell y Angus Sampson. De nuevo como dos cazafantasmas del tres al cuarto, que al final de la película son propuestos por Lin Shaye (la médium), para trabajar juntos, por lo que debemos entender este film como una precuela (les dice que deberían cambiar de indumentaria y ponerse camisa y corbata).
Vamos al desenlace, un desenlace de chiste. La médium dándose de leches (literalmente) con los entes en una dirección pésima, sin ritmo, sin táctica ni fuerza alguna. En ocasiones me recordaba a cortometrajes amateurs que me llegaban en la época en la que dirigía el festival nacional de cortos “Cortomenar”. Esto me saca totalmente de la película y la baja un nivel más.
Para finalizar, el director nos introduce en una escena melodramática donde la médium explica que la difunta madre de la chica protagonista está en todo momento con ellos… lo peor es que pretende sacarnos una lagrimilla y lo único que consigue es agobiarnos… ¡su viudo no podrá rehacer su vida con nadie tras saber esto!
Para cerrar el capítulo 3, Leigh Whannell eleva un poco el listón consiguiendo tensión con una escena donde el perro de la médium ladra a un rostro blanquecino al final de un pasillo oscuro… el demonio rojo que James Wan utilizó para su primera entrega aparece de nuevo… ya tenemos Insidious 4. Y me va a costar mucho verla esta vez.
Por Isaac Berrokal
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