Hace ya 25 años de la adaptación de la novela de Stephen King “Misery”. Novela que el actor y director Rob Reiner, dirigiera con maestría llevando a la actriz Kathy Bates directamente a levantar un Oscar a la mejor actriz por esa gran interpretación.
Y es que la cinta tiene el cuidado y la elegancia que este tipo de historias necesitan. Una historia minimalista, con dos personajes protagonistas que desarrollan la acción casi en su totalidad, dentro de una casa de montaña.
Los films de escasas o únicas localizaciones son bastante difíciles de llevar a cabo, pues suelen terminar estrellándose en el aburrimiento por tópicos previsibles que merman el interés hasta decir basta.
MISERY tiene un argumento mediocre, resuelto con un gran guión que esquiva estereotipos y escenas maltratadas una y otra vez por guionistas de oficio de la industria de Hollywood.
Contamos con dos buenas interpretaciones, y giros en el guión que dan pie a la desconfianza de lo que uno va observando en la trayectoria de dicha guión.
El desquicie de su antagonista está plenamente medido y no se excede ni un ápice, dando lugar a una personalidad demencial con momentos de lucidez que dan credibilidad a su personaje. Una montaña rusa de sentimientos que nos tambalea de un lado a otro en según que escena, y que nos devuelven la confianza en los personajes según se van sucediendo los acontecimientos.
Uno de los secretos de esta buena puesta en escena puede residir en sus personajes. Bastante comedidos y serenos ante los imprevistos, y que en ningún momento hacen nada extraordinario que los etiqueten de héroes… tal vez el desquite de los héroes de los 80 comience por este tipo de éxitos en pantalla.
Annie Wilkes es un personaje oscuro, con la educación por encima de todo, algo que contrarresta sus actos más delirantes, tal vez sea de aquí de donde sacó esos personajes tan retorcidos Michael Haneke para su “Funny Games” (1997), quien sabe.
Como digo, se trata de un personaje aterrador, que sabiendo de su limitación física, sabe jugar muy bien sus cartas para retener a su ídolo, y es que su vida está marcada por una serie de asesinatos minuciosamente ejecutados, que le han llevado a la libertad en un país tan duro en sus juicios y condenas como es EEUU.
Esto nos lleva a la incapacidad del espectador de poder adelantarnos a sus actos. Se justifica su ingenio maquiavélico, y su experiencia como asesina insaciable. Tal vez patine en un desenlace donde la pelea sobra, y que con ese primer golpe con la máquina de escribir, hubiera sido suficiente para dejar el final por todo lo alto, pero aun así, no desmerece en nada.
Una obra redonda que sorprende incluso a día de hoy, 25 años después.
por Isaac Berrokal
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